La idea es escribir. No sé muy bien sobre qué, sobre quién o sobre cuándo. Es esa sensación de somnolencia de 1:30 am mezclada con la decisión de descartar de plano el irse a dormir.
Hace calor, pero se notan ráfagas de aire pesado y fresco. En este primero de septiembre, el otoño boreal está empezando a hacerse sentir.
Varios son los temas que me dan vueltas en mi cabeza, aunque todos muy conocidos. Para ser más sincero, todos los temas son uno, si se los mira desde la perspectiva adecuada. Como no podía ser de otra manera, el tema es el amor.
Lo primero a tener en cuenta es que me siento solo, y me escucho incluso desesperado. Tengo el capricho de tener pareja lo antes posible. Tengo muchas ganas de mirar a otra persona a los ojos y saber que estoy ahí de alguna manera. Quiero amar, sea lo que fuere que eso signifique. Tomar una mano, dar una caricia, recibir un abrazo, besar, ser besado, ser deseado, regalar un sonrisa, despertar ante una mirada atenta, de... mucas cosas más, aunque creo que ya entendieron la idea.
Claro, todo muy bonito, pero es acá donde tengo el gran problema. No quiero eso con cualquiera. Pero, ¿quién es cualquiera? ¿Qué es lo que me aleja de tomar las opciones que tengo o de abandonar los proyectos que yo mismo me planteo? ¿Cuál es el miedo real que me carcome desde lo más intimo de mi ser dejándome esta bola de nervios?
Una de las hipótesis que me he planteado muchas veces es que tengo el ego demasiado elevado. Que ese inmenso ego haga que encuentre en cada una de las chicas con las que me gustan algún detalle eliminatorio, que indica que esa persona en particular no sea lo suficientemente buena para un chico tan lindo o inteligente como yo. Pero esta se cae muy rápido, porque es inmensa la cantidad de chicas a las que no tengo nada que reprocharles en ningún aspecto con las que sin embargo elimino. Además porque son muchas otras las excusas encontradas para decirles que no a alguna chica.
Creo que la respuesta real es que tengo mucho miedo de compartir esa intimidad. Mucho miedo de salir herido. Mucho miedo justamente de amar. Porque amar es entregarse. Es abrir tu corazón, dejarlo al resguardo de alguien más, sin que puedas hacer nada. Es confiar en otra persona para que no rompa ese tesoro que tanto guarde durante toda mi vida. ¿Y si esa cosa que llamo corazón se la banca más de lo que pienso? He sido muy cagón hasta ahora como para averiguarlo, pero voy a tener que tener huevos en algún momento. Sobretodo porque como una prolongación de ese amor pienso seguido en tener hijos algún día, esperemos no muy lejano.
Otro tema es la pena que siento por la relación que tengo con la única mujer con la cual compartí sexo y algo más. No es la primera vez que le dedico unas líneas, y eso no me gusta demasiado. Hace poco me enteré que terminó su carrera por medios indirectos. Decidí escribirle un correo, que tengo dudas que lea y sólo lejanas esperanzas que me conteste.
Con Romi tuvimos una historia de altibajos, donde mi miedo a salir lastimado la lastimó a ella mucho más de lo que pude imaginar. Ella fue más valiente que lo que yo he sido en toda mi vida. Tengo que reconocerle que en eso ella me saca muchos cuerpos de ventaja. Debería aprender de eso.
El problema de todo esto es que tengo la necesidad de hablarle, de estar con ella cara a cara una última vez. Para pedirle perdón. Después de tanto tiempo creo que la única necesidad es esa, pedir perdón. O tal vez porque sé que ese gesto, el de sentarse en la mesa de un café pampeano conmigo, sin más personas alrededor significará que ella me está perdonando por todo lo que hice.
Así de esa manera podré tener noticias de ella en algún momento y que ella tenga también noticias mías. Para que quedemos como amigos, o al menos conocidos. Para poder cruzarla en una esquina y que tengamos algún banal cruce de palabras, que nos despidamos con un beso en el cachete y que cuando sigamos caminando en nuestros sentidos originales se nos escape una sonrisa, en honor a los lindos momentos que pasamos juntos.
Sin embargo la situación actual me duele mucho. Cuando hemos estado en la misma ciudad ella se dedicó a esquivarme, huyendo despavorida cada vez que algún encuentro 'fortuito' se daba. Fortuito lo puse entre comillas porque justamente este silencioso y ensordecedor pedido de perdón me hacía confabular y dar largos rodeos a mis habituales circuitos sólo para aumentar la chance de que nos crucemos.
Ahora que creo entender de que se trata todo esto, llego al punto que siempre supe que me cuesta más. Dejar que el tiempo haga su trabajo. No soy buen agricultor, las muestras son sobradas. Me gana la ansiedad en muchos ámbitos de mi vida. Me cuesta resignarme a que hay demostraciones que son largas y tediosas, que las mujeres tienen que ser ganadas de a poco o que para ser perdonado hay que dejar pasar el tiempo y 'no hacer nada'. Tengo la sensación de que las cosas deberían ser claras. Las cuestiones pueden ser graduales si se tienen pequeños éxitos parciales, como entender un enunciado, aprobar una materia o bajar 10 segundos el tiempo de mi último entrenamiento. Para mi una persona te gusta o no, la seducción es algo que está por ahora lejos de mi entendimiento. O sea, entiendo las definiciones y el concepto, pero no alcanzo a comprenderlo como algo que sea realmente aplicable a la vida real, aunque a todas luces el mundo en que vivimos se basa en eso. Esa misma ansiedad es la que me carcome durante esta, hasta ahora eterna, espera de la redención.
¿Seré demasiado simplista? ¿Será que tendré mi manera de pensar en ciertas cosas? Esto me lleva a otro de los miedos que tengo: el pensamiento. Porque cuando me planteo esas preguntas mi respuesta es: "No, pensás 'bien', si es que eso significa algo". No quiero cambiar mi manera de pensar. Es lo que me define.
Puedo estar muy orgulloso de mi forma de cocinar o de la red de amigos que he formado a lo largo de mi vida, pero si tengo que decir quién soy yo, digo que soy un tipo que piensa. Aún más, esa forma de pensar es justamente lo que me hace diferente y lo que tantas alegrías profesionales me ha dado y me sigue dando hasta el día de hoy.
Estoy casi seguro que mi miedo se basa en que si llego a cambiar mi forma de pensar en aspectos no matemáticos, la parte matemática se va a ver afectada de alguna forma. Vaya uno a saber si esa nueva forma de pensar es en realidad más completa y equilibrada que la que tengo hoy en día o si pierde un poco toda esa claridad y transparencia que yo le percibo hoy. Pero el miedo me invade con el sólo hecho de considerar que puedo perder lo que me define. Si pienso de otra manera, ¿quién soy? Sigo siendo yo. Pero, ¿qué pasa con el tipo al que hice crecer durante toda mi vida? ¿Se adaptará? ¿Morirá? ¿Voy a seguir siendo yo de verdad? La verdad ni idea, pero ahí todo se resume en lo mismo: soy un cagón.
Se hicieron las tres de la mañana ya. Después de dormir voy a releer esto y veré que puedo sacar en limpio.